Fernando Sánchez-Marcos

Fernando Sánchez-Marcos (1943-2020)

Historiador y fundador de Culturahistorica.org

Indice

“No hay una única forma de referir el pasado. Aquí reside lo complejo, pero también lo fascinante, de este perpetuo viaje por la condición humana que es la historia.”

- Fernando Sánchez-Marcos

Qué dicen los historiadores de Fernando Sánchez-Marcos

Fue un hombre generoso y humano, lleno de calidez, y y un historiador inspirado e inspirador.
Dra. Natalie Zemon Davis
princeton university, usa
Sus méritos en la puesta en valor de la Historia de la Historiografía a nivel internacional son enormes.
Dra. Marina Cattaruzza
Universität Bern, suiza
Fue un historiador de primera clase y una persona amable y atenta. Así le vamos a recordar. No olvidaremos su ejemplo. Estamos orgullosos de haberlo conocido.
Dr. Antoon De Baets
Rijksuniversiteit Groningen, Países Bajos
Fue un bello ser humano y un gran académico con una vocación: el establecimiento de Culturahistorica.org. Estoy seguro de que vivirá como tal en la memoria de muchos.
Dr. Chris Lorenz
Vrije Universiteit Amsterdam, Países Bajos
El gran historiador Fernando Sánchez-Marcos ha sido un faro para muchos de los que trabajamos historiografía y teoría de la historia en aras de convertir este campo tan difícil y, en ocasiones, tan marginado, en un legítimo espacio autónomo de reflexividad intelectual e histórica.
Dr. Andrés Freijomil
UNGS, Argentina
Como historiador, ha realizado aportaciones fundamentales en el ámbito de la historia de la historiografía, la teoría de la historia y la historia moderna de Cataluña. También es imprescindible su trabajo en la difusión rigurosa de la cultura histórica. Como maestro y amigo, me faltan las palabras para expresar mi agradecimiento y admiración.
Dr. Xavier Baró Queralt
uic, españa
Fue un colega querido y su sitio Culturahitorica.org, su obra vital, un regalo único a la comunidad internacional de historiadores y estudiantes de historia.
Dr. Antonis Liakos
University of Athens, Grecia
Vivió una vida generosa y extraordinaria. Como tantos otros alrededor del mundo, lo lloro y lo celebro.
Dra. Julia Adeney Thomas
UNiversity of notre dame, usa
El profesor Fernando Sánchez-Marcos fue una figura conocida en el campo de la historiografía, con muchas publicaciones importantes. Su fallecimiento es una gran pérdida para la disciplina. Lo echaremos mucho de menos todos quienes tuvimos la oportunidad de conocerlo y conocer su obra; en especial, su creación del portal Culturahistorica.org, al que dedicó la última parte de su vida. Será nuestra memoria perdurable de sus logros como un excepcional historiador.
Dr. Q. Edward Wang
Rowan University, USA
La peculiar contribución del Dr. Sánchez Marcos a la historiografía española ha sido precisamente la de ser el primer historiador español en interesarse científicamente en los campos de la historiografía, de la teoría de la historia y de la cultura histórica, no haciendo obra de erudito sin visión de futuro, sino buscando, en España y fuera de ella, el concurso para sus proyectos de los grandes maestros en dichas áreas, como los profesores Charles-Olivier Carbonell y Georg G. Iggers. A partir de esas colaboraciones, de esa fecunda vida académica internacional, nace su proyecto más original: su portal Culturahistórica.org.
Dr. Ignacio Olábarri
Universidad de Navarra, españa

“Toda obra sobre el pasado arroja cierta imagen retroproyectada (es una huella) del presente en el que viven y del futuro con el que sueñan quienes escriben la historia.”

- Fernando Sánchez-Marcos

Perfil vital e intelectual de Fernando Sánchez-Marcos

El niño que soñaba con el mar

Mientras los cañones de la devastación retumbaban en Stalingrado, una nueva vida veía la luz en las viejas tierras de Castilla. Fernando Sánchez Marcos nació un 19 de enero de 1943 en la ciudad amurallada de Ávila. Era el primer hijo de Fernando y Teresa, un matrimonio acomodado de notable sensibilidad humanística y recias convicciones católicas. Pocos años más tarde la familia se trasladó a Salamanca por razones laborales del padre, que era médico.

Fernando fue el mayor de seis hermanos. Desde pequeño destacó por su carácter responsable y su clara inteligencia, que le llevarían años más tarde a obtener el Premio Extraordinario de Bachillerato en el prestigioso colegio que los Maristas tenían en Salamanca. Pero no todo fue un camino fácil. Su adolescencia quedó marcada por la trágica muerte de su hermano Manolo, fruto de un accidente que tuvo el dolor de presenciar.  “Yo tenía entonces trece años y cambié mi visión del mundo. Fue como si hubiera crecido de golpe varios años y tuviera la necesidad de ir más allá de las banalidades cotidianas para inquirir sobre los enigmas de la existencia” [1].

Él mismo se preguntaría con el paso del tiempo si aquel golpe trágico había estado de algún modo relacionado con su vocación humanista y con su interés por la filosofía de la historia. Pero esa opción profesional y existencial por las “letras” tardaría todavía unos años en concretarse. Tras cursar el bachillerato y el selectivo de ciencias, y enamorado románticamente del mar, Fernando se trasladó a Madrid en 1960 para estudiar la carrera de Ingeniería Naval, que le garantizaba un futuro laboral y económico holgado. Sin embargo, pronto descubrió que las materias técnico-científicas que cursaba poco tenían que ver con aquellos horizontes marinos infinitos en los que había soñado tantas veces en su adolescencia de la mano de novelistas como Salgari.

En cualquier caso, fue cerca del mar donde Fernando reconoció su vocación humanística. En el verano de 1960 participó en la Universidad de Verano de la Rábida, que organizaba el historiador Vicente Rodríguez Casado. Se sintió profundamente atraído por el ambiente de humanismo integral que percibió. Pocos meses más tarde, en enero de 1961, cruzó el puente de las ciencias a las letras y se matriculó en la titulación de Filosofía y Letras. Dos años después, Fernando cruzaría otro confín, en este caso cultural. En 1963 se trasladó a Barcelona para cursar la especialidad en Historia y terminar así la carrera. Abandonaba su ambiente sociocultural castellano para desarrollar el resto de su vida en el mundo cultural de Cataluña. 

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[1] Sánchez Marcos, Fernando: “Cruzando puentes: el historiador como traductor”. En Aurell, Jaume (ed.): La historia de España en primera persona. Autobiografías de historiadores hispanistas. Editorial Base, Barcelona, 2012, p, 267.

El joven profesor

http://culturahistorica.org/wp-content/uploads/2020/09/sanchez-marcos_historiador_traductor.pdfLa España de los años 60 se encontraba en el ocaso del franquismo, y la vida universitaria se caracterizaba por un fuerte debate político y social.  Para Fernando fueron años de intensa preparación intelectual y de largos ratos de lecturas y estudio, que compaginó con un decidido compromiso cristiano, implicándose y organizando, en el entorno de la joven asociación católica Opus Dei, múltiples actividades de formación espiritual y cultural para otros universitarios. Entre estas iniciativas se contaban los ciclos de cine, una de las pasiones que cultivó hasta el final de su vida.

Fernando fue un hombre de frontera y procuró transitar su vida bajo los signos del puente y la mediación. Le gustaba especialmente una frase de Hans George Gadamer: “El lenguaje sólo es lo que es si aporta tentativas de entendimiento” [2].  Esa voluntad le llevó, precisamente, a elegir el tema de su tesis doctoral: Don Juan de Austria y Cataluña, 1652-1669. El objeto de estudio se encuadraba en un esfuerzo por “comprender mejor la realidad catalana desde mis raíces castellanas. Trataba, en cierto modo, de tender otro puente de encuentro intelectual entre las sensibilidades históricas de Cataluña y de Castilla”.

En aquellos años de expansión universitaria, el número de alumnos era ingente. La docencia consumió la mayor parte de su tiempo como joven profesor. Tuvo que circunscribir a los meses de verano su investigación doctoral, dirigida por el profesor Valentín Vázquez de Prada. El aumento exponencial de población universitaria empujó la apertura de nuevos centros universitarias en muchas capitales de provincia. Esa expansión ofreció oportunidades laborales a los jóvenes docentes como Fernando, que obtuvo una plaza en la joven Facultad de Filosofía y Letras de Palma de Mallorca. Allí terminó su tesis y allí le fue impuesto, a principios de 1974, el birrete doctoral, con la compañía de sus padres y el testimonio de su querido mar Mediterráneo.

A lo largo de sus primeros años académicos, el joven profesor publicó sobre todo artículos relacionados con su investigación doctoral. Entre ellos, “Don Juan de Austria y Cataluña” (1974), “El nuevo estatus de Barcelona tras su reincorporación a la monarquía hispánica” (1975), “Los intentos de Barcelona de recuperar su estatus anterior a 1640” (1976), “El Parlamento de Cataluña en 1653” (1976) o “El Consejo de Aragón y Cataluña durante el reinado de D. Juan de Austria” (1980).

En el verano de 1976 regresó a Barcelona tras lograr una plaza en el Departamento de Historia Moderna de la Universidad de Barcelona. Allí ejercería su actividad de historiador durante los siguientes cuarenta años. Barcelona se encontraba en plena ebullición política, con la transición de una larga dictadura a una joven democracia. Fernando siguió siempre con gran interés el devenir político, pero no se adscribió nunca a ningún partido. En la breve y hermosa autobiografía intelectual que publicó en 2012 explicó los motivos: “Llegué a la conclusión de que, en mi caso, la actividad partidista sería prácticamente incompatible con una dedicación seria a la vocación universitaria. Sí que he participado, y muy activamente, en la política universitaria” [3].

Hombre de consenso e integración, amante de la libertad propia y ajena, fue escogido sin excepción durante décadas como miembro de la Junta de la Facultad y casi ininterrumpidamente como representante en el Claustro Universitario. Dos días después de su fallecimiento, el principal diario de Barcelona, La Vanguardia, le dedicó su obituario. Se titulaba “Buscar el consenso”. Su autor, el historiador Juan Luis Palos, terminaba: “En años de intensa politización de la vida universitaria y de difícil encaje entre sensibilidades divergentes, tuvo siempre una palabra amable y un gesto de acercamiento para quienes no pensaban como él”.

La trayectoria de Fernando Sánchez Marcos se caracterizó siempre por un pionero interés por los debates y las corrientes historiográficas internacionales, en un momento en que ello no era muy frecuente en España. Desde joven Fernando había procurado tener corazón universal. En la década de 1970 se interesó especialmente por la escuela de los Annales y por el magisterio historiográfico que llegaba desde Francia, donde pudo hacer algunas estancias. Sin embargo, pronto se abrió al mundo anglosajón, empezando por una estancia veraniega en Bornmouth en el verano de 1980 que le permitió adentrarse en el dominio del inglés.

Fue por aquel entonces cuando conoció a través de un amigo común a Pilar Costa Casellas. “Pilar tenía una formación universitaria y humanística similar a la mía. Procedía también una familia numerosa y cristiana. Esa comunidad de valores y el atractivo de su personalidad hizo que del trato amistoso pasáramos al noviazgo y a casarnos en diciembre de 1981”. Pilar era hija de Banyoles, una pequeña ciudad en el corazón de Cataluña. De ese modo, en este matrimonio quedaban también enlazadas dos almas de España, que hablan en castellano y en catalán.

Fernando y Pilar compartieron vida, proyectos, penas y alegrías hasta el final, durante 39 años de matrimonio.  Décadas después del primer encuentro Fernando escribiría: “Con gusto reconozco y le agradezco lo mucho que ha significado en mi vida. No sólo en la dimensión personal y familiar; también en la intelectual. Sin su estímulo y apoyo para que yo pudiera dedicar horas a ‘remar en galeras’ –a la escritura reflexiva y laboriosa en mi despacho– no hubiera realizado una buena parte de mis publicaciones” [4].

El año 1983 tuvo una significación muy especial para la trayectoria de Fernando y, de algún modo, consumó el primer gran periodo de su vida. Ese año se publicó su primer libro, Cataluña y el gobierno central tras la Guerra de los Segadores (Barcelona, PUB), y Fernando estabilizó su posición docente tras superar uno de los temidos concurso-oposición que entonces daban acceso a una plaza definitiva en la universidad. Ese mismo año, además, Fernando y Pilar supieron que esperaban su primer hijo, que nacería a principios de 1984. Su nombre sería Fernando, como se llamaba también el padre y el abuelo.

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[2] Cfr. Gadamer, Hans-George y Koselleck, Reinhart: Historia y hermenéutica, Barcelona, Paidós, 1997, p. 115.

[3] Sánchez Marcos, Fernando: “Cruzando puentes: el historiador como traductor”, op.cit, p. 294.

[4] Ibidem, p. 284.

"Invitación a la Historia" y el giro historiográfico

“Un verano en la Rábida y un invierno en Montpellier”. Nuestro autor sintetizaba así dos momentos fundantes de su itinerario intelectual. En el verano andaluz de 1960, Fernando descubriría su vocación humanística. En el invierno francés de 1986 acabaría de transitar de la historia a la historiografía como temática principal de investigación. Bien dotado para la reflexión crítica y para la especulación teórica, Fernando había mostrado siempre una inclinación significada por cuestiones de filosofía de la historia y de metodología historiográfica.

Durante la carrera se sintió atraído por la aproximación liberal y existencialista que Jaspers había propuesto sobre la filosofía de la historia. Tuvo siempre un especial cariño por el tratado sobre la Esperanza escrito por el autor alemán neo-tomista Joseph Pieper. Le influyó decisivamente la metodología y la interpretación histórica de Jaume Vicens Vives, equilibrada, sintética y cercana a la escuela de Annales. Pero, sin duda, la obra que más le marcó a la hora de configurar un andamiaje conceptual historiológico fue El conocimiento histórico, de Henri-Irenée Marrou, cuya traducción del original francés (1954) al español se encargaría de promover años más tarde. 

En sus primeros años como profesor se le encargaron diversas asignaturas de introducción a la historia y de metodología de la ciencia histórica. Así, progresivamente, el centro de gravitación del interés del profesor Sánchez Marcos fue desplazándose del estudio de los hechos históricos al análisis de los discursos y las representaciones históricas (historiografía). A principios de la década de 1980, dedicó muchas horas a estudiar las diversas interpretaciones de la revolución inglesa. Durante el año 1985 le encontramos ya en dos importantes congresos internacionales sobre teoría de la historia (Pamplona y Stuttgart).

El giro historiográfico acabó de completarse en 1986, de la mano del profesor Charles-Olivier Carbonell, maestro de historiografía en la universidad Pául Valéry de Montpellier. En la estancia de investigación que realizó durante tres meses en esa universidad, Fernando acabaría de pergeñar el esquema de su gran obra en la década de los 80: Invitación a la historia. La historiografía de Heródoto a Voltaire a través de sus textos (Barcelona, PPU, 1988). La obra es un recorrido apasionante, profundo y didáctico por los modos en que se ha escrito la historia durante más de veinte siglos, con más de cincuenta textos escogidos que interpelan directamente al lector. Pero sobre todo es una sugerente aproximación a la evolución de las mentalidades, las instituciones y la cultura de la civilización occidental durante más de dos mil años.

Desde entonces, y hasta el final de su trayectoria, el profesor Sánchez Marcos sostendría que los textos y las representaciones históricas son indagaciones sobre el pasado, así como “testimonios culturales” del momento de su escritura, ya que revelan el ecosistema simbólico y conceptual de su época. Por ello, son ventanas a mentalidades específicas y deben ser comprendidos en su contexto sociocultural y político determinado. Más adelante, sobre la gramática conceptual de autores germanos como Gadamer y Kosselleck, entendería la representación histórica como un diálogo crítico y metodológicamente mediado entre los “ámbitos de experiencia” y los “horizontes de espera”.

Fernando Sánchez Marcos había sido desde sus inicios académicos un buen crítico de textos. Le gustaba especialmente esa metodología en sus clases: partir de un texto (a veces con el título y el autor omitidos) para adentrarse dialógicamente en el universo mental y en la estructura sociopolítica de una época. Pensaba que esa aproximación mayéutica a los textos ayudaba realmente a los alumnos a pensar y a comprender un periodo histórico. Para contribuir a llevar a cabo ese ejercicio crítico coordinó el libro Prácticas de historia moderna (Barcelona, PPU, 1990), donde diversos profesores del Departamento de Historia Moderna de la UB desarrollaron extensos comentarios sobre textos clave de la Época Moderna.

Es significativo el giro historiográfico que dio la investigación de nuestro autor en la década de 1980. Si bien no dejó de investigar y de publicar sobre historia política del siglo XVII (por ejemplo “El apoyo de Cataluña a don Juan José de Austria” [1981], o “Cataluña y el gobierno central en el periodo de entreguerras” [1984], entre otros), cada vez ganarían más peso en él las indagaciones sobre historiografía, tanto en Cataluña como en otros ámbitos geográficos.

En la segunda mitad de los años ochenta encontramos ya bastantes artículos suyos sobre temática historiográfica. Publicó sobre la historiografía europea del siglo XVI y XVII, sobre la cultura histórica en el siglo XVIII, sobre el impacto de la conquista de América en el pensamiento histórico europeo o sobre las lecturas historiográficas alrededor de la revolución inglesa, entre otros temas y artículos.

Más allá de su creación intelectual, Fernando tuvo durante la década de los 80 la alegría de ver nacer a sus dos hijos: Fernando y Enrique. En cambio, pocos días antes de la aparición de Invitación a la historia, debió lamentar la pérdida de su padre. Fernando encontró también un nuevo modo de responder a la llamada del mar: se inició en el windsurf, que practicó hasta los setenta años en la Costa Brava o en el lago de Banyoles, donde era oriunda Pilar. En los inviernos practicó el esquí. Hasta el final de su vida fue un hombre deportista, con especial querencia por la natación.

La mirada europeísta de un espíritu universal

No era habitual, en la década de los 80, que los profesores universitarios españoles tuvieran proyección y relaciones internacionales. En general, el dominio del inglés era escaso. El profesor Sánchez Marcos tuvo siempre mentalidad universal, y desde mediados de los años 80 mantuvo una constante interlocución con colegas del extranjero. Su apertura y proyección internacional tuvo principalmente tres plataformas.

Por un lado, Fernando se volvió un asiduo participante en los Congresos Internacionales de Ciencias Históricas, celebrados cada cinco años. Asistió a los encuentros de Stuttgart (1985), Madrid (1990), Montreal (1995), Oslo (2000), Sydney (2005) y Amsterdam (2010). Allí pudo auscultar las corrientes historiográficas emergentes, como la historia de las mujeres o la historia medioambiental. Él mismo describió el valor que percibía en estos encuentros: “Esos eventos constituyen un encuentro de historiadores e historiadoras de muchos ámbitos, una feria gremial en la que se acuerdan proyectos de cooperación, un acontecimiento político-diplomático y un excelente observatorio de las tendencias culturales y sociales a escala mundial” [5].  

Por otro lado, se enroló activamente en la Comisión Internacional de Historia de la Historiografía y Teoría de la Historia, de la que fue tesorero entre los años 1996 y 2000. En ese ámbito estableció una fecunda relación intelectual con destacadas figuras internacionales de la historiografía y de la teoría de la historia, como George Iggers, Jörn Rüsen, Nathalie Zimon Davis, Antoon de Baets o Frank Ankersmith. Con algunos de ellos entabló una afectuosa amistad y muchos de ellos han acabado constituyendo el núcleo de autores del espacio digital culturahistorica.org, del que hablaremos más tarde. Prueba de este trato afectuoso es que la familia Sánchez Costa pasó, en el verano de 2004, unos días en casa del profesor George Iggers y su mujer, en Buffalo.

La dimensión internacional del profesor Sánchez Marcos se concretó también en su participación activa en la puesta en marcha del programa Erasmus y en el desarrollo del Espacio Europeo de Educación Superior. Siempre se sintió orgulloso de haber sido protagonista del inicio del Erasmus en España. Estaba convencido que era un programa que, a medio plazo, cimentaría la Unión Europea, al tejer experiencias y vínculos humanos europeos entre millones de ciudadanos. 

Su europeísmo le llevó también a promover el asentamiento de una memoria común europea, en clave irenista, que permitiera superar las historias nacionales caracterizadas por la confrontación. Una memoria común para un futuro compartido. Por eso mismo, impulsó en el año 2000 la traducción de los dos volúmenes de Una historia europea de Europa, de Ch.O. Carbonell.  Se implicó también en la conmemoración, en clave europeísta, de los 350 años de la paz de Westfalia. El 16 de mayo de 1994 pronunció una conferencia en la Sala de la Paz del Ayuntamiento de Münster, bajo el título –en alemán– “La paz de Westfalia, la discusión española y Europa”.

El hijo mayor de Fernando recuerda bien las amistades internacionales que fue trazando su padre y la hospitalidad que siempre recibieron en el domicilio familiar de Barcelona. “Por nuestra casa pasaron historiadores de procedencias muy diversas y de formas de pensar realmente distintas. Mis padres nos invitaron siempre a cenar con estos invitados ilustres, aunque éramos todavía niños. Eso fue un gran legado, porque nos dio una mentalidad abierta ante maneras distintas de ver la vida y nos abrió la mirada a los problemas sociales y políticos de todo el mundo”.

Esta dimensión internacional de la vida y la profesión de Fernando Sánchez Marcos no hubiera sido posible sin el conocimiento de idiomas. En realidad, más que facilidad para los idiomas, lo que tenía Fernando era interés por los idiomas y voluntad de aprenderlos. Eso le llevó a estudiar, a lo largo de su vida, catalán, francés, árabe, inglés, alemán y polaco. En este interés idiomático había la convicción de que los idiomas eran ventanas y vehículos de aproximación al mundo, y de que saber idiomas era una forma de ver la vida desde distintos ángulos.

En esta percepción resonaban los ecos de Herder, así como la filosofía y la metodología hermenéutica. Nuestro autor siempre sintió especial interés por la cuestión de los fundamentos lingüísticos y narrativos que posibilitan el discurso histórico. De ahí que estudiara a fondo el “giro lingüístico” que había dado la ciencia histórica en los decenios finales del siglo XX. Este interés atestigua cómo el profesor Sánchez Marcos, formado en la tradición humanística clásica, entró en diálogo con los retos y las intuiciones de la posmodernidad. No abrazó, en cualquier caso, el relativismo posmoderno. Cada año evocaba en sus asignaturas aquellos versos de su admirado Antonio Machado: “Tu verdad no, la verdad; / y ven conmigo a buscarla. / La tuya guárdatela”

“Podría decir que los años setenta fueron “franceses”, los años ochenta “franco-ingleses” y en los noventa los inputs germánicos adquirieron una gran importancia” [6]. La Comisión Internacional de Teoría e Historia de la Historiografía ofreció al profesor Sánchez Marcos la oportunidad de entrar en relación con diversos autores del mundo germánico. Entre ellos, el historiógrafo George Iggers y el teórico de la historia Jörn Rüsen. Además, la lectura de Verdad y método de H.G. Gadamer causó un gran impacto intelectual en Fernando. Se supo desde entonces cercano a los planteamientos de la hermenéutica dialógica, que enriqueció con las aportaciones de Reinhart Kosselleck y Paul Ricoeur. Del ámbito académico germánico, siguió de cerca también la Begrifsgeschichte, en la que, una vez más, se percibía una interesante relación entre historia, lenguaje y pensamiento.

A finales de los años 90 le pidieron que se encargara de la sección de historia de la Editorial Idea Books, con sede en Barcelona. Enseguida lo entendió como una oportunidad para traducir al español algunos libros internacionales que podían enriquecer el debate historiográfico español. Se esmeró en revisar la traducción del alemán, presentar y adaptar La ciencia histórica en el siglo XX, un sintético manual de las principales corrientes historiográficas contemporáneas escrito por el profesor judeo-germano George Iggers. Con la publicación en español de esta obra, en 1995, el profesor Sánchez Marcos contribuyó notablemente a dar a conocer en España los debates historiográficos internacionales.

Fernando entendió que la labor del historiador guardaba muchas concomitancias con la del traductor y la del mediador. El historiador es un “traductor” entre épocas, mentalidades y culturas diversas. Al acercarlas y hacerlas comprensibles, el historiador es alguien que muestra tanto la inmensa plasticidad y libertad humanas como las constantes universales que nos unen solidariamente a todas las personas, más allá de nuestros condicionamientos. Esa misma voluntad de explorar la pluralidad de la experiencia humana le llevaría a ser un apasionado por los idiomas y por los viajes, como veremos a continuación. En el año 2000 escribió el artículo “El historiador como traductor”, donde se refleja la importancia que las experiencias y las categorías de lenguaje, mediación y traducción habían ido adquiriendo en su pensamiento.

A lo largo de su vida, Fernando visitó los cinco continentes. Lo hizo muchas veces por motivos profesionales. Otras, por interés personal, junto a su mujer e hijos. Sentía verdadera pasión y fascinación por el viajar. En realidad, para él, historiar y viajar eran dos caras de la misma moneda. Eran dos formas de entrar en diálogo con la pluralidad de la experiencia humana, con otras formas de ser, de ver y de actuar. Historiar era, al fin y al cabo, desplazarse en el tiempo, mientras viajar implicaba desplazarse en el espacio, para encontrarse con otras formas de vivir la común condición humana.

En los últimos compases de su vida llegó a esbozar el índice de un libro al que quería llamar Historia y viaje, donde pretendía volcar todas las notas que había ido tomando en sus periplos. Sin duda hubieran ocupado un lugar destacado los dos viajes académicos a China que realizó en los años 2005 y 2008 acompañado de su hijo Fernando, así como el último de sus periplos, que bautizó como “el viaje de los cinco alfabetos” y que realizó junto a su hijo Enrique. Precisamente a él, pocas horas antes de dejar este mundo, le preguntó si “había llegado el momento de mi último viaje”.

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[5] Sánchez Marcos, Fernando: “Cruzando puentes: el historiador como traductor”, op.cit, p. 288.

[6] Ibidem, p. 292.

La cadencia universitaria y la cotidianidad de un carácter

De lo que hemos venido exponiendo, queda claro que Fernando Sánchez Marcos había ido abrazando una historia cada vez más cultural y menos estrictamente política -como la que había elaborado al principio de su trayectoria. En realidad, este acento encajaba mejor con su comprensión holística de las humanidades. Más que un investigador técnico al uso actual, Fernando Sánchez Marcos fue un humanista de síntesis y de intereses infinitos. Las humanidades no fueron para él sencillamente un ámbito profesional, sino una pasión vital, un camino siempre abierto de interpretación, de sentido, de cultivo y de ensanchamiento de la vida.

En su trayecto existencial Fernando hizo realidad diariamente aquel ideal griego de “vida en el logos”. Su hijo Enrique le recuerda “siempre con un texto en la mano. Habitualmente uno de los miles de libros que leyó. Pero también podía ser una guía de viajes, un diccionario, un periódico o un anuncio. De cualquier texto extraía conclusiones socio-culturales, que plasmaba en unas notas intelectuales”. Fue un hombre empapado de cultura y de palabra. Los apuntes se nutrían también de las exposiciones artísticas e históricas que frecuentaba asiduamente, así como del buen cine del que disfrutaba muchos fines de semana.

Sus publicaciones en la década de los 90 revelan un creciente interés por la historia de la cultura y de las ideas. Una década, por cierto, que se inició bajo el estruendo de la caída del muro de Berlín y del “socialismo real”. Fernando vivió aquellos hechos como una “liberación”. Durante años había remado a contracorriente en un ambiente universitario muy marcado por el marxismo cultural, que afirmaba tener las claves de la historia. La caída del muro le confirmó en su convicción de que sin libertad no podía haber progreso antropológico, político y social. Pero ese análisis fundamental no impidió que mantuviera siempre una actitud de diálogo ideológico y personal fluido con compañeros comunistas y que compartiera la causa de un mundo con justicia social.

Como profesor consolidado, Fernando recibió el encargo de contribuir a algunos grandes manuales de Historia Moderna. Escribió una decena de capítulos de historia de la cultura moderna en el Manual de Historia Moderna de la Editorial Ariel, aparecido en 1993, y escribiría en 2003 un novedoso capítulo sobre “La cultura en el siglo de las Luces” en el voluminoso Manual de Historia Moderna Universal coordinado por Alfredo Floristán. En todos ellos nuestro autor llevó a cabo una aproximación a la historia cultural que no es meramente intelectualista, sino que entiende la cultura como un sistema comunicativo que emerge en unos contextos políticos y sociales singulares y cuenta con determinados medios materiales e institucionales de difusión y eficacia.

Durante estos años encontramos también diversas investigaciones de temática historiográfica. Había empezado a impartir entonces la asignatura común “Tendencias historiográficas actuales” y la materia optativa “Historiografía catalana moderna”. En línea de esta última, hallamos publicaciones sobre la relación entre historiografía y concepciones políticas en la Cataluña del siglo XVII o sobre la imagen de España como realidad plural en ese mismo entorno historiográfico. Más allá de los estudios de casos concretos, Fernando publicó al final de la década de los 90 algunas reflexiones muy de fondo sobre la labor del historiador. Entre ellas cabe reseñar “El historiador como traductor” y “Verdad, libertad y solidaridad: los compromisos éticos del historiador”.

El prestigio del profesor Sánchez Marcos como historiador de la historiografía quedó patente cuando José Andrés-Gallego le pidió que se encargara de un largo capítulo panorámico sobre “La historiografía sobre la Edad Moderna”, que formaba parte del libro Historia de la historiografía española [Ed. Encuentro, Madrid, 1999]. En él, nuestro autor repasa el discurso, la investigación y la representación sobre la Edad Moderna en España desde la época de los Reyes Católicos hasta la actualidad.

Estos intereses temáticos venían marcados también por los ejes de su docencia y su evolución. Prestó siempre una atención primordial a la docencia. Dedicó Invitación a la Historia “a mis alumnos, de los que tanto he aprendido”. Con el paso del tiempo fue pasando, de unas clases que impartía sentado y bastante ceñidas a un guión preparado con cuidado, a unas clases más dinámicas, que impartía de pie en base a un esquema simple. Los alumnos le recuerdan educado, con claro sentido de la justicia en las correcciones y con unas formas algo “british”.

Disfrutaba con las clases, aunque cada año el arranque del curso le provocaba cierto nerviosismo. En un ejercicio de honestidad intelectual, se sinceraba ante cada nueva promoción de alumnos, exponiendo su posición intelectual ante el mundo: “Me considero un humanista cristiano, de talante liberal y abierto a los planteamientos de la socialdemocracia” [7]. Era una buena descripción de su pensamiento, así como una muestra de su personalidad sintética y ponderada. Puede decirse de él lo que Hans George Gadamer afirmaba de Paul Ricoeur: “Nunca adoptaba una postura de oposición sin ofrecer, al mismo tiempo, cierta fórmula de reconciliación” [8].

Dedicaba mucho tiempo a la atención de los estudiantes. Algunos de ellos se convertirían en discípulos suyos (Fernando González del Campo, Xavier Baró, Daniel Aznar, Montse Moragues, Ib Schumacher). Cada año Fernando los reunía con motivo de su onomástica o de su cumpleaños, junto a otros compañeros de la Facultad. Fue especialmente emotivo el último encuentro, pocas semanas antes de su fallecimiento. En ese encuentro, los compañeros y discípulos pudieron evocar la profunda categoría humana e intelectual con que siempre les había acogido y orientado. Algunos de estos testimonios quedaron grabados en un emocionante vídeo de homenaje.

Fueron los años, también, del crecimiento de sus hijos. Fernando fue “un padre cercano, cariñoso y atento –recuerda Enrique. Nos sentimos siempre queridos y orientados por él, desde que éramos niños hasta sus últimos días. Trabajaba en casa y le sabíamos cerca. Nos dedicó muchas horas haciendo deporte los fines de semana. Nunca olvidaremos los viajes veraniegos por Europa que hicimos con él y con nuestra madre, así como el amor sincero y existencial por las letras y por las humanidades que sembró en nosotros”.

Su carisma humanístico se transmitió por atracción a sus hijos, que se doctoraron en Historia (Fernando) y en Literatura (Enrique) y ejercen actualmente de profesores universitarios.  Fernando destaca “el amor por la libertad con que nos educó. Siempre nos sugirió caminos y nos dio su opinión ante las encrucijadas de la vida, pero nunca nos impuso sus criterios. Guardamos también en la memoria las tertulias de cada día en casa, que transitaban con naturalidad de los resultados futbolísticos a la filosofía de la historia”.

Pero no todo fueron momentos líricos. En diversos momentos de la década de los 90 Fernando vivió episodios de cierta melancolía. Le produjo especial tensión interior su primer concurso a catedrático (en 1996) y las disensiones que generó en el Departamento de Historia Moderna. En esos momentos, su mujer fue un importante pilar.  Un año más tarde sería ella la que atravesaría una situación de salud delicada, de la que se pudo recuperar, arropada por Fernando y por los hijos. Como en todas las trayectorias vitales, hubo momentos de plenitud y de fragilidad, de alegría y de dolor, pero siempre se impuso la determinación de seguir abriendo caminos de esperanza.

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[7] Sánchez Marcos, Fernando: “Cruzando puentes: el historiador como traductor”, op.cit, p. 294.

[8] Gadamer, Hans-George: “La hermenéutica de la sospecha”, en Aranzueque, Gabriel (Ed.): Horizontes del relato. Lecturas y conversaciones con Paul Ricoeur. Cuaderno Gris, Madrid, 1997.

De la historiografía a la cultura histórica

El cambio de milenio vino acompañado de un nuevo tránsito en las temáticas investigadoras de Fernando. Desde el inicio de su carrera universitaria hasta 1985 se había centrado en la historia política del siglo XVII en España. A partir de mediados de los 80 focalizó su interés en la historia de la historiografía, primero Moderna y luego Contemporánea. A partir del año 2000 amplió el ángulo historiográfico, hasta abarcar el estudio de la cultura histórica.

En otras palabras, a partir del año 2000 la investigación crítica sobre los textos históricos va dejando paso al estudio de todas las representaciones históricas en general en la vida de una sociedad. Entre estas representaciones se encuentran los textos, pero también las imágenes y las películas, los lugares de memoria, los imaginarios históricos, la cultura popular, la conmemoración pública, los mitos, las tradiciones y hasta el uso lúdico y económico del pasado.

“La perspectiva de la cultura histórica propugna rastrear todos los estratos y procesos de la conciencia histórica social, prestando atención a los agentes que la crean, los medios por los que se difunde, las representaciones que divulga y la recepción creativa por parte de la ciudadanía. Si la cultura es el modo en que una sociedad interpreta, transmite y transforma la realidad, la cultura histórica es el modo concreto y peculiar en que una sociedad se relaciona con su pasado. Al estudiar la cultura histórica indagamos la elaboración social de la experiencia histórica y su plasmación objetiva en la vida de una comunidad. Elaboración que, habitualmente, llevan a cabo distintos agentes sociales –muchas veces concurrentes– a través de medios variados” [9].

El profesor Sánchez Marcos se fue aproximando a este concepto y a su metodología, por un lado, a través de tres libros que le dejaron una fuerte huella. El primero, Historische Faszination. Geshichtskultur heute, editado en Colonia por el profesor Jörn Rüsen. El segundo, El pasado es un país extraño, donde David Lowentahl recorre con maestría la renovada atracción por la experiencia histórica en el mundo anglosajón. El tercero, la magna obra coordinada por Pierre Nora, Les lieux de memoire. Por otro lado, Fernando auscultaba su propia observación y seguía la pista que le brindaban los éxitos en España de las novelas y el cine histórico, así como la multiplicación de recreaciones históricas por toda Europa.

La cultura histórica no sólo era una categoría de análisis. Podía ser también una oportunidad laboral para muchos estudiantes de historia, que se encontraban con el mundo docente ya saturado. Con la intención de facilitar esos caminos de integración en el mundo laboral, Fernando impulsó el curso 1999-2000 el máster “Cultura histórica, sociedad de la comunicación y nuevas profesiones”. Este curso de posgrado, codirigido junto al profesor y amigo Juan Luis Palos, se prolongó durante diez ediciones y contó entre sus profesores con figuras destacadas del mundo editorial, turístico y cinematográfico. Dedicó muchas energías y tiempo a este máster, con el que quiso contribuir a hacer de la historia una opción profesional más allá de los límites docentes.

El desarrollo del máster revela la voluntad de Fernando de conectar su tarea como historiador con la actualidad. El profesor Sánchez Marcos estudió el pasado, pero no vivió en el pasado. Al contrario, fue pionero en su Facultad en el uso de medios tecnológicos. Dio muy pronto el salto de la máquina de escribir al ordenador, que en los primeros años ochenta costaba casi como un coche. Esta apertura a las novedades no pasó inadvertida al rectorado de la universidad, que le invitó a participar en un equipo para impulsar la “innovación docente” en la UB entre los años 2000 y 2002.

Las publicaciones del primer quinquenio del nuevo siglo denotan este cambio de perspectiva. Entre ellas podríamos reseñar dos. En 2002 publicaba un pionero estudio sobre “Identidades y nombres de calles en España: el caso de Barcelona”, que también veía la luz en francés. En él, proponía una interpretación de los nombres de calles como “vitrinas identitarias” relevantes en la configuración de la memoria sociopolítica de una comunidad y llevaba a cabo un estudio cuantitativo y cualitativo de la onomástica urbana de la ciudad de Barcelona. Al mismo tiempo, en 2005 presentaba en el Congreso Internacional de Ciencias Históricas de Sydney la comunicación “From Sciencie-History to Memory History? Atractiveness and risk of a historical tren”. En esta, consignaba la eclosión de los estudios sobre memoria y se posicionaba sobre las posibilidades y los límites que ofrecía este nuevo horizonte de tematización histórica.

El interés por la cultura histórica no implicó el olvido de los estudios sobre historiografía. Al contrario, fue en los primeros años del siglo XXI cuando el profesor Sánchez Marcos publicó dos trabajos de madurez, que de algún modo culminaban su larga investigación sobre historiografía. El primer trabajo, disponible en formato digital, fue una extensa investigación sobre La historiografía española del Barroco. Este trabajo –que le valió la obtención de la categoría de catedrático en el año 2003– ofrece una profunda radiografía de la historiografía española entre 1580 y 1684.

De acuerdo con su aproximación sociocultural a la producción historiográfica, el estudio combina la vertiente cuantitativa y cualitativa. Cuenta con una extensa base de datos de más de 300 autores de historia en el Barroco, situados en su entorno social y político. La obra recoge, además, otra base de datos con centenares de obras de historia publicadas durante esos años. La escritura de la historia en el Barroco no se entendía, pues, sólo como un discurso ideático sobre el pasado, sino como una praxis cultural y comunicativa en la que se entrelazaban el estudio de los hechos pretéritos, la filosofía y teología de la historia, la voluntad de pedagogía política o religiosa, los mecenas y sus circuitos culturales o los propios soportes de difusión. El estudio terminaba con un estudio de caso concreto: “Bartolomé de Argensola y su historia de la conquista de las Molucas”. La elección del tema revela la atracción creciente que el profesor Sánchez Marcos sentía por Asia desde principios de siglo. A algunos de sus discípulos les recomendó que se especializaran en la historia del mundo asiático, pues era un campo con enorme futuro.

Un año antes de su jubilación, el profesor Sánchez Marcos tuvo la enorme alegría de ver la publicación de su último libro, Las huellas del futuro. Historiografía y cultura histórica en el siglo XX.  En 1995 había traducido La ciencia histórica en el siglo XX, de George Iggers. Antes de dejar la primera línea universitaria, quería legar a la comunidad académica su propia interpretación de las grandes corrientes historiográficas del periodo contemporáneo. El libro era, también, la continuación de Invitación a la Historia, que había detenido su recorrido con la Revolución Francesa.

En realidad, Las huellas del futuro recogía y adaptaba textos que Fernando había ido preparando desde 1996. El título de este ensayo-manual refleja bien la concepción de nuestro autor. En la indagación sobre el pasado, en los enfoques y temas que elegimos, se encuentra siempre presente la “huella del futuro”. Nuestros horizontes y aspiraciones son la gramática con la que nos aproximamos a la factualidad objetiva del pasado. Ciertamente, la historia es ciencia. Pero tiene el color, la gracia y la apertura de las ciencias humanas; es decir, la llama infinitamente renovada y la puerta siempre abierta de la interpretación.

Este trabajo sobre la escritura y la representación del pasado en los últimos decenios es también una bella historia intelectual del siglo XX. La obra es profunda y elevada, pero tiene una clara voluntad didáctica, para poder servir de manual para muchos estudiantes. Además de las clásicas corrientes historiográficas (“Annales”, “La historia como ciencia social”, “La evolución y diversificación de la historiografía marxista”, etc.) el libro recoge las palpitaciones historiográficas más novedosas a final del siglo XX, como “la historia de la vivencia cotidiana y la microhistoria”, “la historia de las mujeres y la historia feminista”, “la historia medioambiental”, “la historia global” o “la cultura histórica y memoria en el mundo actual”.

El año 2013 el profesor Sánchez Marcos se jubiló de sus tareas docentes. Lo hizo por imperativo legal, a los 70 años, tras haber apurado al máximo los plazos que permitía la universidad. La universidad le otorgó la categoría de catedrático emérito. Compañeros de su Facultad, de toda España y del extranjero le obsequiaron con la publicación del libro A vueltas con el pasado: historia, memoria y vida,  dejando constancia así de la impronta académica y humana que Fernando había dejado en tantos lugares y personas.

Pero la jubilación, lejos de suponer una “retirada” intelectual de Fernando, le dio más tiempo para la lectura y el pensamiento. Es significativo, y es también hermoso, que al final de su vida académica el profesor volviera sobre a trabajar sobre la figura con la que había comenzado su trayectoria como historiador: don Juan José de Austria. A veces lo haría poniéndolo en relación con otros personajes de su tiempo como el otro Juan de Austria o como el gran Condé. Otras veces, estudiando directamente su impacto en la cultura histórica contemporánea.

La jubilación coincidió con otra novedad vital que llenaría de felicidad a Fernando en los últimos años de vida: el nacimiento de su primer nieto. En 2012 su hijo Fernando se casó con Miriam Muley. A finales de 2013 la familia disfrutaba ya de un vástago, Miguel, del que el abuelo Fernando fue padrino. A lo largo de los años siguientes Fernando y Miriam alumbrarían tres hijos más. Fernando y Pilar se convirtieron en abuelos activos y el profesor tuvo que bajar de las alturas para ir exponiendo la vida a las criaturas que acababan de despertar al mundo. Lo hacía con paciencia, dedicación y mucho cariño, siendo para sus nietos una fuente inagotable de relatos y de experiencia. Abuelos, hijos y nietos llegaron a compartir algún viaje al extranjero en verano.

Fernando fue sin duda un abuelo entrañable. Su nuera Miriam dejó algunas glosas de su figura: “Llamaba la atención cómo escuchaba, cómo te preguntaba siempre por tus asuntos, cómo te hacía sentir relevante. Y hay una cosa que siempre me sorprendió. Muy rara vez le escuché hablar mal de nadie. Llevó su enfermedad hasta el último día con enorme dignidad, como un caballero”. Efectivamente, poco tiempo después de jubilarse y de nacer su primer nieto, a Fernando le diagnosticaron un mieloma múltiple (un tipo de cáncer en la sangre).

Su profundo deseo de vivir y el acierto de los médicos permitió que pudiera conllevar la enfermedad durante siete años. Lo hizo con indudable categoría humana, espíritu cristiano y reciedumbre estoica, al mismo tiempo que mantenía, con algunas intermitencias, su pulso intelectual, su dedicación familiar, sus viajes turísticos y académicos y hasta un nuevo compromiso de voluntariado.

Porque al jubilarse, Fernando se planteó cómo podía dedicar una parte de su tiempo a ayudar a los demás. Concluyó que donde podía ser más útil era realizando un “voluntariado académico”. Y encontró este espacio en la Universitat Internacional de Catalunya, una universidad joven inspirada en el humanismo cristiano en cuya prehistoria había participado activamente a finales de los años 70 como director del Departamento de Humanidades de lo que entonces era el centro universitario INEDE. En la UIC le pidieron si podía incorporarse como voluntario a la Agencia de Calidad Docente de la Universidad. Así, desde 2014 a 2020 Fernando dedicó muchas horas a orientar y evaluar a jóvenes profesores universitarios.

Su última gran ilusión intelectual, y quizá su legado académico más vivo, es el portal culturahistorica.org, que arrancó en 2009 y se fue ampliando y consolidando a lo largo de los años siguientes. Atento siempre a las nuevas formas de comunicar la historia, Fernando se propuso crear un portal digital que fuera una gran biblioteca de textos valiosos sobre teoría de la historia e historiografía, al mismo tiempo que un ámbito de reflexión sobre la cultura histórica en todas sus dimensiones y un espacio virtual para dar a conocer obras maestras del cine y la novela histórica.

Fernando se puso en contacto con todos aquellos académicos con los que había tenido relación en la Comisión Internacional de Teoría e Historia de la Historiografía. Además, recuperó material sobre novela y cine histórico atesorado a lo largo de decenios. Para la sección de cine histórico tuvo el apoyo especial del grupo Film-Historia, que lideraba su compañero y amigo José María Caparrós. El portal, que se presentó desde el principio en español y en inglés, tuvo un gran impacto. Con el apoyo de su hijo Enrique, los autores y los contenidos se fueron ampliando año tras año hasta junio de 2020, cuando se culminó la renovación completa del diseño de la página. Desde su creación en 2009, el portal ha recibido más de un millón de visitas y cuenta actualmente con un millar de textos de 180 autores procedentes de los cinco continentes.

El profesor Sánchez Marcos describió precisamente la génesis y evolución del portal web en su último artículo publicado, “Una puerta digital al conocimiento de la historia”. Hasta los últimos días de su vida trabajó, vibró y disfrutó con este proyecto. Antes de su partida, dispuso que sus hijos Enrique y Fernando asumieran la dirección del portal en el futuro en conjunción con un equipo de antiguos discípulos y colaboradores suyos.

En febrero de 2020, Fernando y Pilar pasaron unos días en el sur de España. Fernando quiso acercarse a la Rábida, allí donde había reconocido su vocación humanística acompañado del rumor infinito del mar. Sin saberlo, estaba cerrando el círculo de una larga y fecunda trayectoria. A la vuelta de este viaje le comunicaron los médicos que no había más tratamientos para su mieloma. El de 30 de mayo de 2020 celebró su última onomástica en un emocionante encuentro con compañeros y discípulos.

Se fue apagando con la elegancia humana que siempre le había caracterizado. Con libros en la mano hasta el final. Acompañado durante los últimos meses de los cuidados y el cariño de su mujer, de sus hijos y de su sobrino-ahijado Javier. Tras haberse despedido de todos ellos y confiando en la bondad de Dios, falleció en la madrugada del 4 de julio de 2020. Pidió que en su recordatorio figurara un verso de su querido poeta Machado: “Quien habla solo espera hablar a Dios un día”. Cuarenta días más tarde nació su quinto nieto, a quien sus padres llamaron Fernando.

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[9] Sánchez Marcos, Fernando: “¿Qué es la cultura histórica?”, en Culturahistorica.org (2009).

“La cultura histórica es el modo concreto y peculiar en que una sociedad se relaciona con su pasado. Al estudiar la cultura histórica indagamos la elaboración social de la experiencia histórica y su plasmación objetiva en la vida de una comunidad.”

- Fernando Sánchez-Marcos

Galería de fotos de Fernando Sánchez-Marcos

Obituario de Fernando Sánchez-Marcos

«Buscar el consenso»

(Obituario de Fernando Sánchez-Marcos escrito por el Dr. Joan-Lluís Palos (Profesor de Historia Moderna de la UB) y publicado el 6-VII-2020 en La Vanguardia (el principal periódico de Barcelona).